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Veritas liberabit vos

por | 12/04/2021, 6:11 pm | Nacionales

Editorial Radio Camoapa

Mientras menos días restan para que oficialmente se convoque a elecciones en Nicaragua, más se conoce de contradicciones entre dirigentes,  grupos opositores, y periodistas que se autodefinen como independientes.

Desde que Félix Maradiaga resbalara frente a una pregunta de uno de tales periodistas, los señalamientos de censura y de comportamientos que replican al del gobierno de Daniel Ortega, han comenzado a florecer cual hongos desde la acera de estos medios y periodistas.

En uno de los incidentes más recientes una periodista de Matagalpa publicó un mensaje de respaldo al obispo Rolando Álvarez — quien supuestamente había sido atacado por uno de los grupos opositores y periodistas independientes –, en un grupo dedicado a informarse, preguntar y discutir asuntos de la pandemia COVID-19.

La administradora del grupo retiró a esa periodista del grupo y varios de los miembros clamaron: ¡Censura! Después de unas horas el asunto se zanjó y la periodista fue reintegrada después de eliminarse el cártel pro-obispo.

¿Por qué está ocurriendo esto? Por una combinación de factores relacionados con la cultura política y el rol que han venido desempeñando estos periodistas desde 2018, sobre todo.

En primer lugar, hay que decir que el Periodismo y los políticos tienen objetivos distintos. Quien hace periodismo debería reportar las noticias con oportunidad, profundidad, claridad y honestidad. En este ejercicio, el Periodismo debe tener claro que hay diversidad de poderes (unos más poderosos que otros) en el país. En el caso de Nicaragua, los grupos opositores a Daniel Ortega y Rosario Murillo son uno de tales poderes. Todos ellos quieren encantar al 70% de votantes que no quieren ver más a Ortega en el gobierno. Esa es su meta.

Hay periodistas, que con pensamiento más de activista que de testigo imparcial de la historia cotidiana, se han alineado – al menos temporalmente — con estos grupos. Y estos grupos opositores piensan que estos periodistas son una extensión graciosa de su discurso. Cajas de resonancia, pues.

Tal confusión ha generado una relación que en algún momento explotaría, en la medida que las contradicciones entre la independencia y los resabios de la cultura política local chocaran entre sí, cual placas tectónicas. En el fondo de estos roces está el deseo de liberarse de Ortega. Para el periodismo, mientras haya Ortega en el gobierno no habrá libertad de expresión. Los grupos políticos opositores quieren a Ortega fuera para tomar el poder y reconstruir la institucionalidad democrática que el actual régimen destruyó hasta sus cimientos.

¿Entonces, a qué se debe la contradicción? A objetivos y métodos. El periodismo no tiene – o no debería tener — amigos incondicionales en ningún lado, porque su único compromiso es con la verdad periodística y con las audiencias de sus noticias. Puede tener aliados, pero eso no significa que a tales aliados se les deba servir como gratuitas correas de transmisión de su narrativa. Aquí está el primer problema. El objetivo del primero es reportar noticias de interés real, que sean verdaderas y que con su contenido ayuden a que la ciudadanía pueda tomar decisiones informadas. El de los grupos opositores es la lucha por el poder político, tomar el gobierno, implementar su oferta ideológica.

El segundo gran problema es cultural. Amén de que la mayoría de rostros visibles de los grupos opositores provienen de la confrontación sandinismo-antisandinismo y de las contradicciones entre las facciones del sandinismo, también es verdad que poco a poco se va el país dando cuenta que sus formas y métodos de hacer la política se parecen mucho a las de grupos que previamente el electorado ha rechazado.

En la medida que el periodismo independiente ha hecho ver esto, las contradicciones han crecido. El problema es cómo se ha planteado la crítica a esta vieja cultura política. Unos periodistas no entienden por qué el maltrato, secretismo, discrecionalidad de algunos de estos grupos. Pues, se debe a que provienen de esa vieja matriz de la política, y – cual Ortega – quisieran su propia batería de propagandistas mediáticos.

Hay voces para lamentar, que llaman a no mostrar ni exacerbar las contradicciones entre quienes buscan la salida de Ortega del poder. El Periodismo no puede caer en tal trampa, pues su naturaleza es anti-poderes y comprometida con las verdades que tengan que informarse. Es decir, cual Jesús de Nazaret, el Periodismo está para mostrar las concordias, pero también las discordias, los encuentros y los desencuentros de una sociedad.

Por ejemplo, los obispos de la iglesia católica. Hay quienes creen que no se debería de criticarles porque han sido de los grupos de poder más firmes, más consistentes, más creíbles, más sostenidos en contra de Ortega. Basado en esta premisa el obispo de Matagalpa cuestionó que una de las organizaciones opositoras haya elaborado una lista de pre-candidaturas a la Asamblea Nacional. La reacción del obispo parte del hecho que fue la Conferencia Episcopal de Nicaragua quien organizó la matriz de estos grupos opositores heterogéneos y dispersos hace tres años: la ahora casi extinta Alianza Cívica.

El periodismo no fue capaz de decir que el obispo lo que en verdad cuestionaba es que se haya elaborado tal lista sin informarles previamente a ellos. Más bien, varios de estos periodistas se comportaron como activistas pro-obispo Álvarez. Como católicos tenían todo el derecho de hacerlo, pero como periodistas su obligación era reportar y explicar tal noticia, abordando en el proceso al grupo opositor y periodistas que consideraban estaban atacando a este líder de la iglesia católica. Eso no se hizo.

Estas y otras contradicciones seguirán dándose. El poder político y el periodismo siempre mantendrán tal tensión. Toca a quienes hacen periodismo estar claros y dispuestos a informar la verdad todo el tiempo, y recordar que uno puede ser amigo del dirigente, del religioso, del activista; pero debe ser más amigo de la verdad… y no ocultarla cuando la gente merece conocerla. La verdad es un derecho humano. Sin verdad no habrá un país diferente.

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