De estos cuatro ejemplos, ¿Cuál de ellos fue o sigue siendo su favorito?
En los países desarrollados, las nuevas tecnologías (tablets y smartphones) casi han borrado del mapa aquellos juguetes que las generaciones del siglo pasado solían disfrutar. En la mayoría de países latinoamericanos como Nicaragua, sin embargo, todavía se resisten a desaparecer.
Este artículo propone hacer un viaje al pasado —a través de la memoria de algunos ‘niños de ayer’— y rescatar para los ‘nativos digitales’ o ‘generación T’ la alegría que brindaron estos objetos de museo en aquellos años.
El yoyo
Es increíble que tan solo dos discos conectados por un eje con un hilo atado en el centro, hayan podido generar horas y horas de diversión a tantas generaciones. Si bien los yoyos nunca han desaparecido por completo, en Nicaragua tuvieron su mayor auge en la década de los 50.
Doña Myriam Gómez hoy vive en Miami, EE.UU., y tiene 75 años de edad, pero recuerda perfectamente que los primeros yoyos que conoció en Nicaragua los trajo la Coca Cola. “Ellos los pasaban regalando en las calles de la vieja Managua, para enseñar los trucos que se podían hacer con ellos. También hacían competencias y uno ganaba reales de premio”, recuerda.
Entre esos trucos destacan la vuelta al mundo, el dormilón o la bicicleta. “Yo era una experta”, dice nostálgica doña Myriam. El yoyo volvió a ser la sensación ya entrados los 80 y el que traía luces fue uno de los juguetes más apetecidos por la niñez de la época.
Aunque el origen de este juguete varía según cada historiador, se dice que el yoyo —tal y como lo conocemos—, apareció por primera vez en California en 1928 y desde ahí se extendió al resto del mundo.
Trompo
Aunque lo conocen en los cinco continentes, el origen exacto del trompo es incierto. En Nicaragua los varoncitos son quienes más han jugado con él, pero no falta alguna niña que se arriesgue a ser llamada ‘marimacha’ por jugar con ellos.
En el país tuvo su mayor auge en la década de los 80, cuando Nicaragua atravesó la peor etapa económica de su historia. “(En los 80) casi no venían cosas importadas, menos juguetes”, cuenta don Pedro Hernández, de 47 años, habitante de Villa Progreso, “pero teníamos los trompos de madera de Guayacán y punta ‘sedita’ que son los mejores. Si el trompo era ‘tatarata’, la punta lastimaba la mano”.
Don Pedro describe que al grupo de jugadores de trompo se le conocía como ‘mancha’. La ‘mancha brava’ era el grupo donde todos los jugadores eran buenos. “En cada barrio había una”, recuerda.
Juguetes como el trompo no pasan de moda
El juego consiste en hacer un círculo en la tierra donde todos ponen a bailar su trompo. “Tenés que ‘sembrar’ tu trompo de punta sobre el trompo contrario y ganás si lográs sacarlo del círculo. También se jugaba trompo ‘corrido’ que consiste en que al mismo trompo le van pegando entre todos para sacarlo del círculo mientras está bailando y si te sacan es ‘trompo perdido’. Lo peor era cuando te caía el ‘machetazo’. Esto es que todos le caen al trompo que perdió hasta que lo parten”, resume don Pedro.
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Por cierto, “cama vieja” es una expresión muy nicaragüense que proviene de este juego. Dentro del círculo se refiere al trompo que siempre pierde. Coloquialmente, se utiliza para referirse a un amigo sin mucha suerte.
Bolero
El bolero es otro juguete de origen ancestral. Actualmente, los comerciantes los venden como piezas de souvenir en los mercados de artesanías, un recuerdo original de su viaje a Nicaragua.
En Bolivia se le conoce como ‘enchoque’, en El Salvador ‘capirucho’ y en México es ‘balero’. En todos los casos se diferencian del juguete nicaragüense, en la forma y tamaño de la bola que en Nicaragua es más pequeña. El balero, por ejemplo, tiene forma de barril y es pesado, lo que hace más doloroso el juego.
Este juguete de madera consiste en una bola atada a una vara que tiene una copa en su base. La bola tiene un agujero en uno de sus extremos. El chiste es girar la bola en el aire y hacer que caiga directo en punta de la vara tantas veces como sea posible. La forma más fácil es hacer que la bola caiga en la copa.
Ana Sánchez tiene 45 años y le enseñó a jugar bolero a sus hijos. Ella recuerda que cuando era niña su ‘mamá Gloria’ le presentó este juguete. “Tenía uno de madera oscura y podíamos pasar horas jugando. Se trataba de ver quién ensartaba más veces la bola. Es un lindo recuerdo que me quedó de ella”.
Traca-traca
Este juguete está emparentado con el yoyo y el bolero. Pero tiene sus propias complicaciones. Consiste en hacer chocar arriba y abajo dos esferas de plástico que cuelgan de una cuerda. De ese sonido proviene su nombre, aunque en otros países lo llaman “tronadora”, “tiki-taka” o “quiebra muñeca”. Este último debido al dolor que puede provocar el golpe de una de estas bolas.
En los 80, a causa del escándalo que hacían los jugadores —quienes competían por hacer sonar el traca-traca más tiempo sin detenerse—, fue un juguete amado por niños y odiado por adultos. Incluso llegó a prohibirse en algunas escuelas.
Pasados los 80 reapareció con gran éxito en la primera década del siglo XXI y desde entonces es uno más de los juguetes tradicionales que se reparten en la Gritería.